COMIDA CONSCIENTE (de 15 a 20 minutos)

Instructor: Javier Echegoyen

Se trata de una de las prácticas más importantes en los Talleres de Mindfulness; es también una de las que más curiosidad despierta en los alumnos.

Objetivos

  • Trasladar la práctica a las actividades de la vida cotidiana.
  • Potenciar la atención y la concentración.
  • Facilitar el darse cuenta del propio cuerpo.
  • Favorecer la idea de que la atención y la concentración permite un mayor y mejor disfrute de las cosas.
  • Promover la consciencia de la importancia de la comida para la salud.
  • Insistir en la oportunidad que da la comida consciente para mejorar la comunicación entre las personas (la comida suele ser un acto social).
  • Hacerles ver la interdependencia entre todas las cosas y lo imprescindible que ha sido la intervención de muchas personas para que puedan disponer de los alimentos.

 

Dimensiones a tratar

  • La consciencia (atención y concentración, pero también sabiduría).
  • La interdependencia.
  • La gratitud.
  • El arte del gusto (perfección en el uso de los cinco sentidos).

 

Método

Se trata de ofrecer a los practicantes una situación que les permita la “comida consciente”. Esta actividad se hace en el escenario “artificial” en el que se realiza el Taller (el aula o un lugar de entrenamiento o de práctica formal) pero es muy importante hacer ver a los alumnos que se puede practicar todos los días, en nuestra vida cotidiana, en nuestra casa, al desayunar, merendar, comer o cenar. 

Es muy habitual comer de forma mecánica, rápidamente y sin demasiada consciencia, sin saborear los alimentos, sin apreciarlos en toda su plenitud, en sus texturas, formas, colores, olores, sabores. Se da también la ignorancia de todos los procesos y seres naturales (sol, luz, calor, agua, aire, tierra…) y humanos (sembrar, recoger los cultivos, cuidar los animales, preparar los alimentos para que los podamos comer; agricultores, ganaderos, distribuidores, comerciantes, cocineros…) necesarios para disponer de nuestros alimentos. Generalmente comer es un acto social, un momento de convivencia; sin embargo no se aprovecha como podría para favorecer la comunicación, intimidad y disfrute entre las personas. En las comidas el lema debería ser “come y habla” y no “calla y come”.

En el desarrollo del ejercicio de la “comida consciente” se deben incorporar instrucciones para que los practicantes puedan experimentar los tres aspectos de la interdependencia que se han citado en el párrafo anterior.

Un guión para el desarrollo de la “comida consciente” como práctica formal podría ser el siguiente:

  • Presentación de la actividad (qué vamos a hacer, por qué y para qué).
  • Entrega de los alimentos (mejor que no sea la famosa pasa, mejor entregar comida que les resulte más fácil de aceptar y disfrutar). Se debe elegir un alimento que permita el uso de los cinco sentidos; si no es el caso se pueden utilizar dos (por ejemplo, los que he elegido, mandarinas y cacahuetes, éste último porque suena al moverlo suavemente cerca del oído). Puede ser interesante también utilizar un alimento que les exija una cierta manipulación (era el caso de los dos anteriores). Si algún participante tiene alergia o siente especial rechazo por el alimento propuesto al grupo, se le puede dar uno alternativo (yo he utilizado galletas saladas). Se debe evitar también que se sientan incómodos por el posible rechazo al ver que la comida que reciben la manipulan otras personas o porque se pueden manchar (esto último se puede remediar fácilmente entregándoles también servilletas de papel).
  • Muy importante: exhortar a los participantes a que miren con ojos ingenuos, con mente de principiante el alimento que van a tomar; aquí es recomendable decirles que tengan mente de científico o de explorador espacial, algo así como un extraterrestre que llega a la Tierra para conocer nuestras costumbres. Deben sentir, no evaluar ni poner etiquetas, pero sí se les debe pedir también que estén atentos a su respuesta emocional (sorpresa, agrado, desagrado, curiosidad, cierto temor...).
  • Se les puede pedir que coman de modo normal y luego con atención plena, para que aprecien la diferencia en la experiencia.
  • Se les debe guiar en los sentidos, por ejemplo con esta secuencia:
    • tacto, con ojos cerrados, con ojos abiertos; peso, texturas, temperatura, dureza, suavidad…
    • vista, lejos, cerca, texturas, colores, formas, efectos de la luz, rugosidad, composición, tamaño…
    • olfato, olores suaves, intensos, dulces, penetrantes, afrutados, ácidos, fragantes, secos, persistentes...
    • oído, intensidad, tono, sonido continuo, discontinuo, timbre o cualidad,  compuesto, simple…
    • gusto, sabor ácido, amargo, dulce, salado, húmedo, seco…
  • También se les puede incitar a darse cuenta de su propio cuerpo respondiendo al alimento: la postura general del cuerpo, el brazo moviéndose hacia la cabeza y boca, las manos y los dedos tocando y manipulando el alimento, la boca abriéndose, la lengua desplazándolo en su interior, el aumento de saliva y su mezcla con la fruta o el cacahuete (en nuestro caso), los dientes y las muelas haciendo su trabajo, las diferentes texturas, calidades y tamaños del alimento al masticarlo, el acto de tragarlo…
  • Como se ha dicho antes, el instructor o facilitador debe llevar a los alumnos a una cierta consciencia de la interdependencia de todas las cosas, de la intervención necesaria de la Naturaleza y de los hombres para que puedan disponer del alimento.
  • Tras la experiencia, los alumnos pueden copiar en su DM las sensaciones o pensamientos que han tenido y, a continuación, compartirlas con el grupo. En la puesta en común se puede hacer ver la importancia de la comida consciente para la salud, la calidad del gusto y la comunicación entre las personas.